Por: becario EAD
Fue en la década de los 60 cuando un joven mexicano inventó en Acapulco lo que hoy conocemos como pádel. Cansado de ser excluido por no ser bueno para ningún deporte, de que nunca lo eligieran para las retas, y de que siempre que se acercaba a un círculo de gente riéndose bien a gusto, todos se callaran repentinamente, Enrique Corcuera, inventor de este pseudodeporte, decidió diseñar un juego en el que su falta de coordinación, de agilidad, y de destreza, en general, pudiera pasar desapercibida.
A diferencia de algunos deportes de cholos, como el fut o el basket, que son altamente competitivos y requieren aptitudes físicas que solo pudiera tener alguien que ha tenido que huir de la policía, el pádel fue muy bien recibido por jóvenes inadaptados que eran un fiasco en los deportes tradicionales, además de que también se convirtió en una excelente opción para personas con capacidades diferentes.
En los últimos diez años, esta disciplina ha tenido un “boom” y ha tenido más alcance que nunca. Ahora parece haberse convertido en una secta en la que sus adeptos aseguran estar jugando un deporte, pero ¿realmente lo es?
Para los puristas deportivos, el pádel ha sido considerado como el hermano débil y tonto de los deportes de raqueta, algo así como el Fredo Corleone del tenis, pero fue hasta hace unos días que el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, decidió esclarecer algunas dudas sobre este tema:
«Muchos me han estado preguntando que si el pádel es realmente un deporte… la respuesta es que NO, qué asco, JAJA, esa cosa no tiene ningún mérito, lo que sí queremos hacer un deporte oficial es ir a trabajar estando crudo», comentó en alemán a través de sus historias de Instagram.
Después de sus polémicas declaraciones, el abogado alemán aclaró que el pádel le parece sumamente divertido, pero que entra en la categoría de “juegos informales”, junto con las escondidillas y “la víbora del amar”.