En rueda de prensa, celebrada entre fallas de audio y una conexión de Zoom que se trababa cada cinco segundos, autoridades del Servicio de Administración Tributaria (SAT, o SAT-anás, como lo han bautizado algunos evasores y factureros) anunciaron un nuevo impuesto que pretende convertir la frustración ciudadana en la principal fuente de ingresos del país: el «Impuesto Especial por Quejas Digitales» (o IEQD, para los contadores y los godínez que llevan la contabilidad), dirigido a quienes se atrevan a protestar cada vez que el portal oficial se cae, se traba o simplemente decide dejar de funcionar por contratar el «sobrino de una conocida».
Según los voceros del SAT, esta medida innovadora responde a «la necesidad de crear una cultura contributiva más resiliente y menos berrinchuda». Y es que, en palabras textuales de la jefa del área de Innovación, Margarita Menchaca: «El mexicano promedio no tiene idea de lo difícil que es mantener un portal funcional, cuando uno está más ocupado viendo que las cosas funcionen sin presupuesto. Si no hay dinero, pues cobramos quejas, ¿no?», comentó mientras su asistente personal le servía el café turco fresco que tanto le gusta
Los detalles técnicos de la nueva tributación son confusos —como todo lo relacionado con el SAT—, pero se sabe que se activará de forma automática un bot en redes sociales cada vez que un usuario emita frases clave como «otra vez se cayó esa chingadera», «pinche SAT inútil, y así quieren que paguemos impuestos» o «¡Cheinbau! Ni mi ex me hacía sufrir tanto». A través de un algoritmo bautizado como «SatBot Delator 3.0», la institución cruzará datos de redes sociales, grabaciones de micrófono activado por cookies fantasma y expresiones faciales captadas por la cámara de tu laptop cuando haces muecas frente al captcha.
Analistas aseguran que esta estrategia es parte de una nueva etapa de gobernanza autoritaria, donde el contribuyente ya no solo entrega sus ingresos, sino también su derecho a renegar por la incompetencia del gobierno. Lamentablemente, luego de emitir estas declaraciones resultó que los acusaron de ser factureros y deberle hasta los calzones al fisco.
La noticia ha dividido opiniones entre la población. Algunos sectores celebran la medida (o sea, los que no han declarado en su vida) como un ejemplo de creatividad recaudatoria, mientras otros preparan sus maletas para huir del país, pero la mayoría ni siquiera cuenta con pasaporte. Uno de los casos más sonados es el de Raymundo Escamilla, contribuyente independiente que asegura haber vivido una epifanía tras intentar hacer su declaración durante doce horas seguidas, sin éxito, con tres navegadores diferentes, dos ataques de ansiedad y un ventilador USB prendido todo el día para no sudar de emperramiento.
Al momento de esta publicación, el sitio oficial del SAT permanece «en mantenimiento intermitente» (no tenemos pruebas, pero tampoco dudas), lo que en lenguaje llano significa: «la misma porquería de siempre». También es probable que este pobre becario tenga que ausentarse por un tiempo para que el SAT no lo encuentre. Sin embargo, el nuevo impuesto, implementado desde ayer, ya ha recaudado más de 38 millones de pesos en solo 24 horas. Una victoria rotunda, aseguran autoridades, que permitirá financiar el rediseño estético del portal, gracias a las horas de servicio social del sobrino de Laurita, la secre del mero-mero, quien, luego de 5 años de haber egresado, sigue trabajando en un McDonald’s.