Luego de una serie de desafortunados sucesos, sindicatos y asociaciones de docentes en todo el país han emitido un comunicado urgente al gobierno federal exigiendo condiciones mínimas de seguridad para ejercer la docencia. El pliego petitorio incluye el uso de chalecos antibalas nivel IV, cascos antibombas, botas tácticas y una dotación mensual de antidepresivos. «No pedimos mucho, solo lo básico para salir con vida del aula. Ya ni siquiera hablamos de marcadores que sirvan o sillas ergonómicas, solo queremos tener la certeza de regresar a casa sanos y salvos», declaró el profesor Rodolfo Hernández, mientras mostraba su escudo artesanal hecho con portafolios reciclados y cinta.
Según el informe presentado, el 87% de los maestros han sido víctimas de algún tipo de agresión física o psicológica dentro del aula. Entre los incidentes más comunes destacan: lanzamientos de objetos no identificados, amenazas verbales tipo «¿Y si le llamo a mi padrastro que es guacho?», y ataques furtivos con emojis pasivo-agresivos en tareas.
«No sé si corregí un examen o firmé mi sentencia de muerte», dijo entre lágrimas la maestra Karla Gómez, quien lleva una década enseñando secundaria. Asegura que desde que corrigió el uso de la coma en un cartel de cumpleaños, sus alumnos la miran como si les hubiera quitado el recreo.
El plan piloto ya se está implementando en algunas zonas de alto riesgo, sobre todo en escuelas con nombre de niño héroe, donde el personal docente ha sido dotado de escudos antimochilas y silbatos ultrasónicos para pedir refuerzos cuando un alumno saca una libreta como proyectil. Además, cada clase iniciará con revisiones de mochilas, para verificar que no traigan armas punzocortantes u otro objeto peligroso. Por su parte, a los maestros se les dotó de gas lacrimógeno, repelente de adolescentes y una Biblia, por si se complica mucho la clase de Formación Cívica y Ética.
Consultados al respecto, representantes de la Secretaría de Educación Pública aseguraron que «la violencia escolar es solo percepción» y que el verdadero problema es que «los docentes ya no tienen vocación». Sin embargo, en privado, reconocieron que varios supervisores ya portan rodilleras y viajan en tanquetas disfrazadas de combis escolares.
Mientras se resuelve la petición, muchos maestros están considerando métodos alternativos de enseñanza, como dictar clases desde su escritorio, con una barrera de acrílico reforzado. Otros, simplemente han optado por fingir demencia y usar el silbato de «alerta máxima» cada vez que ven un estudiante peligroso cerca.
«Yo solo quería enseñar fracciones, no tener flashbacks de Vietnam cada vez que alguien grita “¡Profe, ya no vamos a hacer nada, ¿verdad?!”», confesó un docente de primaria mientras dibujaba un croquis de escape en la parte trasera de una lista de asistencia.