Los shows de payasos, una de las más bonitas tradiciones del espectáculo, corren peligro debido a que es cada vez más común que los adorables payachitos cambien sus coloridos overoles por trajes sastre y sus zapatotes gigantes por mocasín sin calcetín para poblar las cámaras legislativas y las oficinas de gobierno.
En un fenómeno migratorio sin precedentes, cientos y quizá miles de payasos han colgado las narices para dedicarse al que ahora ocupa el primer lugar entre los shows de variedades: la política.
«Antes, los payasos aspiraban a dar risa en el escenario», asegura Rubén Atayde Hermano, dueño de un famoso circo. «Ahora solo quieren dar risa en todos lados».
Durante el último sexenio, los payasos aspirantes a políticos se han adueñado de una gran cantidad de puestos de elección popular, y la tendencia parece a la alza.
«Es increíble, parece como si el mundo ya se hubiera acabado y solo estuviéramos viendo los bloopers», comenta Atayde. «Los payasos pertenecen al circo, no a la política. Ojalá recapaciten y se den cuenta de que no da risa ese chistecito de querer gobernar al país a punta de pantomimas y pastelazos».
