Un grupo de nutriólogos ha revelado hoy que el 99% de las instagrameras que documentan minuciosamente cada bocado de comida en sus redes sociales sufren de algún trastorno alimenticio, que, regularmente, puede ser obesidad. Los expertos han llevado a cabo un estudio exhaustivo que cubre desde los bowls de açaí hasta las pizzas artísticamente cortadas en porciones simétricas.
«Es impresionante», comentó una de las nutriólogas responsables del estudio. «El 99% de las participantes tiene una relación bastante peculiar con la comida, principalmente comen demasiado con tal de tomarle fotos a todo. Algunas se obsesionan tanto con capturar el momento perfecto para Instagram, que olvidan si realmente les gusta lo que están comiendo. La comida ya no es el protagonista; la foto y sus tallas sí lo son».
El análisis comenzó después de que una reciente encuesta revelara que el 85% de las mujeres que suben fotos de sus desayunos acompañadas de frases como #HealthyLife o #FoodGoals realmente no saben cómo se siente tener hambre de verdad. «Para ellas, la ansiedad no es por lo que están comiendo, sino por cuántos likes pueden conseguir en menos de una hora», aclaró otro de los investigadores, quien, al parecer, aún no ha logrado la tan deseada foto perfecta de aguacate en tostada.
Entre los trastornos más comunes detectados en el estudio se encuentran el «Síndrome del plato estético», que se caracteriza por un agudo sentido de la urgencia de que cada comida sea visualmente atractiva antes de ser ingerida, y el «Trastorno de la alimentación por likes», que se manifiesta cuando la persona no puede disfrutar de la comida sin la validación externa de sus seguidores. «Ya no es suficiente con comer, ahora tienes que venderlo», explicó una de los participantes del estudio mientras posaba una hamburguesa Cuarto de Kilo sobre una tabla de madera rústica, ideal para la toma perfecta, misma que devoró luego para seguir con el próximo plato.
«Sí, sabemos que pensaban que creen que solo lo hacen para crear contenido, pero ahora tenemos pruebas científicas de que, en realidad, lo que están haciendo es convertirse en contenedores sin límites con tal de seguir nutriendo sus cuentas en Instagram», explicó uno de los investigadores con una mirada comprensiva mientras se ajustaba las gafas.
El equipo de investigación también ha señalado que algunas instagrameras desarrollan un miedo irracional a que, si no publican sus comidas, su valía como seres humanos pueda ser cuestionada. «Lo que antes era un simple desayuno, ahora se ha convertido en un evento social. Si no lo documentas, ¿realmente existió?», preguntó el investigador, mientras analizaba un gráfico de crecimiento de seguidores en función de la frecuencia de publicaciones de hotcakes.