Nada mejor que echar patita, cuchiplanchar, hacer el acto, ponerle Jorge al niño o como le quieras llamar, una vez al mes, si eres un dios griego, porque no somos máquinas. Lo malo, o lo bueno, es cuando eso es lo único que te mantiene amarrado a la relación y no encuentras esa chispa que llamamos «amors», sino que únicamente padeces de un enculamiento que te hace cometer las más atroces estupideces.
Todos hemos pasado o pasaremos por eso y, para que no te agarre de bajada, nuestros expertos en enculamiento, o sea, todo el equipo de redacción de EAD, te traemos los síntomas de este terrible padecimiento, ya sea que te pase a ti, a un amigo o al primo de un amigo.
Primer síntoma. Apenas empiezas a sentir algo por esa morrita a la que le diste lástima y te entregó su flor y ya quieres comprarle de todo, heredarle tu colección de muñequitos o darle las llaves de tu depa. Incluso, querrás tatuarte algo que indique que eres de su propiedad. No lo haga, compa.
Segundo síntoma. Cuando tienes buena química con esa persona, buscas estar con ella el mayor tiempo posible, todo bien. Lo malo es que por ella vas a dejar de hacer lo que te gusta, como ir al fucho con tus amigos o visitar a tus otras seis novias. Además, recuerda, el arrimado y el enculado a los tres días apestan y el segundo apesta a culo.
Tercer síntoma. Tus compas se van a dar cuenta antes que tú, así que hazles caso si te dicen que estás enculado, porque para ese entonces ya estarás hasta el tope de encule.
Cuarto síntoma. Llega un momento en que sabes que esa persona no es lo mejor para ti, pero te sientes tan bien cuando estás con ella, que sigues ahí, todo meco. Como sabe que te tiene donde quiere, te tratará mal y hasta te pedirá para el dentista o que mantengas a tus suegros y al güevón de tu cuñado cagapalo. Huye.
Quinto síntoma. Ya no hay marcha atrás, terminaste enculado y esa persona te mandó a la chingada por teléfono. Estás en tu cuarto llorando como todo un meco y te cae el veinte de que no guardaste tu corazón para después.
Por todo lo anterior, haznos caso: si ya estás enculado, desencúlate; si ya te enculaste una vez, o más, que no te vuelva a pasar; y si aún no te has enculado, igual no hay remedio, vas a terminar enculado alguna vez. Es la ley de la vida.