Seguramente en estas últimas semanas has escuchado de La Patrulla Espiritual, un “grupo de rescate” cristiano que se dio cuenta de que vender burritos de deshebrada no era suficiente para acercar a las personas al camino del bien, por lo que, en cambio, decidieron empezar a secuestrar adictos en la calle para internarlos en contra de su voluntad sin costo alguno, explicando que «Dios ya pagó».
Aunque la intención es noble, muchas personas ahora dicen estar paranoicas cada que van a la tienda, pues los acompaña un miedo de que en cualquier momento se escuche un «esa capacidad que tienes para sufrir es increíble, coqueto», seguido de jaloneos, porque asumieron que tienen un problema de adicción solo por estar comprando una Cañita de Oro y unos Delicados sin filtro a las nueve de la mañana.
Gracias al éxito y al impacto mediático que ha tenido este proyecto, La Patrulla Espiritual ya no solo hace de las suyas en Tijuana, donde iniciaron, sino que ahora se han expandido a otras ciudades de la república para seguir cambiando vidas. Se ha viralizado el caso de Nando Pacheco, un joven regiomontano que salió muy temprano en la mañana pensando que llegaría justo a tiempo para su clase de las 8, sin saber que sería perseguido por “El Chiquilín”, líder del grupo, y sus demás secuaces.
Tomando en cuenta que Nando asegura no consumir ningún tipo de sustancia psicoactiva porque «la realidad es lo suficientemente alucinante», nadie sabe realmente la razón por la que lo confundieron con un drogadicto.
Fue mientras se encontraba abrazando un árbol para recargar energías antes de entrar a la “Escuela de Educación y Humanidades” de la UDEM, cuando la patrulla espiritual lo sorprendió con un «¿Nunca nadie te ha dicho que eres un tazo dorado, corazón?».
El joven Pacheco compartió que sintió muy bonito por el inusual halago, pues la única vez que lo habían comparado con un tazo era para decirle volteado por estudiar humanidades, pero había visto los suficientes tiktoks para entender lo que estaba pasando.
Aunque dijo en repetidas ocasiones «¿Cuál tazo dorado? Solo soy un estudiante de letras», se vio orillado a huir porque solo le seguían dedicando frases como «te vamos a ayudar con tu miseria espiritual, te vamos a quitar la sustancia», «¿sabes qué dice Lucas 14:23?» o «te ganaste una beca, hermosísimo».
Fuera de su jerga color trapo de cocina que terminó rasgada por tanto jaloneo, un huarache que se le zafó a la hora de correr y luego ya no encontró, y su morralito que ya no recuerda ni donde dejó, el joven dice haber salido bien librado y agradece que todo se haya quedado en un susto: «Si encuentran mi morral, no vean lo que hay adentro, por favor, son mis medicinas…», agregó, sin levantar ningún tipo de sospechas.