La tradicional cena navideña de la familia Gómez dio un inesperado giro emocional cuando el tío Rogelio, conocido por ser el tío con más entusiasmo y menos inhibiciones de la familia, decidió que este año su misión no sería solo vaciar la botella, sino también llenar de espíritu navideño el corazón de sus familiares, lo que lamentablemente resultó en un rotundo fiasco.
Todo comenzó cuando, durante el segundo ponche, con su respectivo toquecito de esencia etílica, el tío Rogelio se acercó al nacimiento familiar, colocó una veladora junto al Niño Dios y exclamó: «¡Este Niño Dios se ve bien triste! Como que no le falta oro, incienso, mirra. Necesita que brindemos como si no hubiera mañana, ¡pero con algo bueno, no con ese vino barato!»
Tras lo que él describió como «una epifanía navideña» y lo que otros llamaron «estar hasta las chanclas antes de la cena», el tío Roger, como le dicen de cariño, sacó de su chamarra una botella de Tonayán de edición limitada (con etiqueta dorada) y comenzó a predicar para tratar de unir a la familia. «Jesús nació en un pesebre porque era humilde, ¡y aquí estamos todos con copas de vino caro, pretendiendo que somos Reyes Magos! ¡Basta de hipocresías! ¡Brindemos por lo que importa: la familia, el amor y el Tonayán!».
Aunque al principio la familia intentó ignorarlo, su discurso subió de intensidad. El tío Rogelio, ahora arrodillado frente al pesebre, empezó a cantarle villancicos al Niño Dios mientras sostenía la botella del destilado como si fuera un cáliz sagrado. «¡Él murió por nosotros, así como yo moriría por un refil!», gritó, visiblemente emocionado y obviamente con el alcohol hasta las orejas.
La velada alcanzó su clímax cuando, entre sollozos, el tío Rogelio abrazó la figura del Niño Dios mientras lamentaba no haber tenido una infancia más cristiana. «Yo también fui un niño inocente como tú», declaró entre lágrimas. «Pero nadie me protegió de la vida, ni de las ofertas de La Playa».
Su sermón terminó con un dramático desmayo sobre el mantel de la mesa principal, derramando su preciado Tonayán sobre el pavo navideño, por lo que el patriarca de la familia, don Neto, resumió el sentimiento general: «¿Quién invitó a este pendejo vicioso? Cada año se supera».
A la mañana siguiente, el Niño Dios apareció misteriosamente envuelto en una cobija junto al tío Rogelio, quien, entre risas y resaca, dijo que había tenido una conexión celestial, que ya era otro y que nada más tenía que curársela. Los Gómez, por su parte, concluyeron que la cena navideña fue un desastre, por lo que el próximo año la cena será en un restaurante y sin el tío Rogelio.