Justin Sun, empresario de criptomonedas y entusiasta del arte conceptual, protagonizó un momento histórico en la relación entre el arte y el absurdo al comerse un plátano que había adquirido por la módica suma de 6.2 millones de dólares. Según Sun, el objetivo de su acto no era otro que «llevar el arte al siguiente nivel», el performativo, convirtiendo la icónica fruta adherida con cinta adhesiva en una «escultura efímera y orgánica» que, según él, pronto saldrá de él como un verdadero mojón nivel Dios.
Durante una conferencia de prensa en el lujoso hotel The Peninsula Hong Kong, Sun no solo despegó el plátano de la pared y se lo comió, sino que declaró solemnemente que su digestión era «un performance en tiempo real». «Alguien ya hizo la obra, yo hice una propia», dijo Sun mientras exhibía un rollo de papel higiénico autografiado por Maurizio Cattelan, el artista detrás de la pieza «Comedian».
Sun aseguró que planea vender el resultado final de su «proceso artístico interno» como un NFT, cuya subasta inicial comenzará en 10 millones de dólares. «Es más que un excremento, es una reflexión sobre la materialidad, la fugacidad del arte y la inevitable conexión entre el creador y el consumidor», afirmó el ahora improvisado artista.
Por su parte, críticos de arte y gastroenterólogos se han dividido en torno al gesto de Sun. Mientras los primeros aplauden su «compromiso total con el arte», los otros consideran que se trata simplemente de un exceso gastronómico disfrazado de filosofía. «Maurizio Cattelan logró vender un plátano con cinta. Ahora Justin Sun logró vendernos el producto de su digestión. No sé si estamos evolucionando o retrocediendo», opinó María Contempora, curadora de arte reconocida.
Sun adelantó que planea encapsular el producto final en una urna de cristal con temperatura controlada para exhibirlo en una galería de Hong Kong. «Será el único excremento que valga más que la casa de quienes lo critican», aseguró con una sonrisa.
