En un ejercicio democrático que más parecería una escena sacada de película de zombis, el Partido Acción Nacional (PAN) celebró este domingo sus elecciones internas para elegir a su nuevo presidente. Un evento que, según fuentes dentro del partido, tiene más de 300,000 militantes listos para votar… o al menos eso afirman en los boletines oficiales y sin contar los que chapulinearon hace rato a Morena. El proceso, que se lleva a cabo en mil 600 casillas a lo largo del país, está generando una gran expectativa entre las tías católicas que todavía se juntan para tomar el té e ir a misa. De ahí en más a nadie la interesa este partido o lo que haga, pero la nota está escasa.
En un momento crucial para el partido, que, desde las elecciones del 2 de junio, atraviesa lo que algunos llaman «el camino del PRD», los dos contendientes, Jorge Romero y Adriana Dávila, se enfrentaron en una batalla «titánica» por ver quién podía pronunciar mejor la palabra «renovación» sin sonar a promesa vacía y reivindicar el papel deplorable de la administración de Marko (con K) Cortés, quien ya tiene un pie y medio en España.
Así pues, Jorge Romero, diputado con licencia y consentido de Markito, le ganó a Dávila, una exdiputada que parecía tener más críticas para su propio partido que simpatizantes, ya que solo fue apoyada por sus tías y algunos incautos más. Sin embargo, el contexto no podría ser más dramático: derrotas electorales a la vista, acusaciones de alianzas pendejas y un nerviosismo palpable entre los militantes, quienes, tras el estrepitoso fracaso en las urnas, ya se preguntan si la verdadera renovación del PAN no es hacer una votación interna para ver quién alcanza a irse primero de este cuchitril.
«Es increíble cómo hemos llegado hasta aquí. Nos dicen que tenemos que renovar, pero me pregunto si esto no es como tratar de revivir a un muerto, nada más que no le han avisado», comentó un militante con voz quebrada mientras sacudía la cabeza. Y es que, si algo ha caracterizado al PAN en los últimos años, es esa sensación de que lo que se está intentando salvar es más un cadáver político que una organización vibrante con un rumbo claro, donde el único que vale la pena y se salva es el mismísimo Jefe Diego.
Así que, la verdad, ni siquiera importa quién ganó en esta elección de tres pesos, cuando lo importante era ganar el 2 de junio, pero sabemos que la Chóchil ni ganas tenía de competir, mucho menos de defender a quienes votaron por ella. Además, ni el PAN ni ningún otro partido tiene con qué quitar al Licenciado, a la Doctora y a la maquinaria aplastante que se armó Morena y sus aliados, por lo que lo único seguro es que no tardan en brincar más blanquiazules hambreados para ver qué migajas se les caen del plato a la Cuatroté.