Lo que parecía ser un inocente mensaje automatizado —la famosa pregunta “¿Sigues ahí?”, que aparece tras cierto tiempo de maratón audiovisual en Netflix— ha sido tomado muy en serio por la comunidad filosófica internacional. Tanto, que varios departamentos de filosofía en universidades de prestigio han comenzado a reformular cursos completos en torno al misterio ontológico de esa frase. «La interrogante que plantea Netflix nos obliga a cuestionar no solo la continuidad de nuestra presencia física frente al televisor, sino también la naturaleza misma de la conciencia», explicó el Dr. Norberto Bejarano, profesor emérito de la Universidad de San Agustín y fiel consumidor de dramas surcoreanos.
La inquietante pregunta ha generado lo que algunos llaman una «crisis del espectador postmoderno». Un informe de la Sociedad Internacional de Estudios Ontológicos (SIEO) reveló que, en una muestra de mil usuarios, el 68% experimentó un breve episodio de despersonalización al leerla. Muchos reportaron haberse preguntado, por primera vez en años, si de verdad estaban «ahí» o si simplemente eran fragmentos de código proyectados por el mismo algoritmo que los vigila, los juzga y, ocasionalmente, les recomienda ver una comedia con alguno de los Derbez. «Sentí que Netflix me conocía más que mi terapeuta. Fue como si me gritara: ‘¡Levántate! ¡Vive!’ Pero luego puse otro capítulo y se me pasó», confesó Sofía, estudiante de Filosofía que lleva cinco días sin moverse del sillón, para descifrar si realmente «sigue ahí» o ya anda en otro plano.
Sin embargo, hay quienes ven en esta pregunta un acto de desesperación del propio sistema. «¿Y si no es Netflix quien nos pregunta si seguimos ahí, sino el propio algoritmo, temeroso de su irrelevancia, rogándonos por una señal de vida?», se pregunta el filósofo argentino Ricardo Vanegas, mientras fuma un cigarro frente a una pantalla donde la pregunta «¿Sigues ahí?», ha estado parpadeando sin respuesta durante más de 72 horas. «En un mundo donde el espectador es una entidad pasiva y la plataforma es omnipresente, el sujeto deja de existir en cuanto deja de consumir. Parece ser un tipo de muerte digital. Una disolución en la nada del buffering eterno», concluyó antes de llorar mientras sonaba el intro de BoJack Horseman.
Mientras tanto, la comunidad científica también se ha sumado al debate. Investigadores del MIT han desarrollado una IA que lanza preguntas existenciales al azar durante las transmisiones, como «¿Quién eras antes de ver esta serie?», o «¿Tus decisiones te han llevado a este sofá por destino o por pereza?». Sin embargo, el experimento fue cancelado después de que varios usuarios terminaran abandonando la vida sedentaria, mudándose a retiros espirituales o, en el caso más extremo, comenzaran a ver documentales de una hora completa sin tocar el celular.
Frente a todo este caos metafísico, los filósofos han propuesto, como solución, no apagar la televisión, sino resignificar la experiencia. «El problema no es que Netflix te pregunte si sigues ahí», reflexiona el Dr. Bejarano. «El verdadero problema es que no sepas qué responderle. Y aún más profundo: que no te preguntes si tú también estás esperando que alguien, quien sea, te responda esa misma pregunta».