Por: becario EAD
Desde que cierta persona de cierto género mordió una manzana y sentenció a toda nuestra especie a ser pudorosos e inseguros, el ser humano decidió hacer sus necesidades a escondidas y eso vino acompañado de una búsqueda constante por entretenerse a la hora de defecar, pues así ignoramos el acto tan mundano y vulgar que estamos cometiendo y, de alguna manera, ignoramos nuestra propia mortalidad.
Lo que antes obteníamos leyendo la etiqueta del shampoo, llevando un buen libro con nosotros u hojeando el catálogo de Avón que estaba en el revistero (todos sabemos lo que hacías con la contraportada de ese), ahora lo obtenemos fácilmente y por mucho más tiempo del necesario desde nuestro celular, ya sea emperrándote en X, maratoneando TikToks o leyendo notas de El Águila Descalza.
A quien definitivamente se le pasaron las «horas nalga» fue un hombre de 24 años que decidió usar el baño de la oficina en la que trabaja para descomer en horario laboral, pues como buen godín, no podía desaprovechar la oportunidad de aplicar la del leñador: que te paguen por tirar el tronco.
Todo estaba saliendo como lo esperado, el tiempo transcurría y el inodoro cada vez se sentía más cómodo. Sus 15 minutos de paz, rápidamente se transformaron en 45 minutos y sus compañeros, un poco preocupados, decidieron tocarle la puerta:
«Ta’ ocupao», contestó con una voz más gruesa y varonil que de costumbre.
Era un hecho, ya había llamado la atención de los de la oficina y ahora hasta la morrita de recepción que le lanza miraditas iba a enterarse de que los guapos también cagan. Con el poco honor que le quedaba, decidido abandonar el trono y volver a ser un plebeyo… solo para darse cuenta de algo terrible: sus piernas, como tu ex cuando le llamas bien pedo a las 4 de la mañana, no respondían.
Después de evaluar sus opciones y de, a pesar de ser «team limpiarse parado», limpiarse sentado, decidió arrastrarse hasta la puerta y pedir ayuda.
Al ver que se trataba de algo serio y que el joven la estaba pasando mal, sus compañeros se ahorraron los chistes e inmediatamente lo llevaron a un hospital, pero lamentablemente ya no había mucho que se pudiera hacer.
El doctor explicó que el sujeto había mantenido la misma posición por demasiado tiempo, lo que limitó el flujo sanguíneo en el cuerpo, ocasionando una severa deficiencia de oxígeno y una atrofia muscular irremediable.
El individuo, quien aparte de perder la movilidad en sus piernas, también perdió su trabajo, ahora se dedica a concientizar a la gente sobre los peligros de llevar el celular al baño y recordarles que la vida nos puede cambiar en cualquier instante.
«No den nada por sentado», es como suele concluir sus mensajes.