Por: becario EAD
El humano siempre ha estado en búsqueda del método ideal para limpiarse después de hacer sus necesidades. A diferencia de otros animales que lo hacen con la lengua, los humanos que no son Marilyn Manson no cuentan con la flexibilidad para hacerlo de esa manera, lo que nos ha llevado a buscar diferentes alternativas para que por fin dejemos de decirle “siempresucio” al nuncalimpio.
Primero empezamos con la mano, pero luego ya nadie quería saludar a nadie. Después continuamos utilizando piedras, lo que dio como resultado salsas molcajeteadas que sabían como a cola, pero no en el buen sentido, por lo que mejor decidieron utilizar hojas que terminaron evolucionando a lo que hoy conocemos como “papel higiénico”, el cual parece estar quedando obsoleto.
Cada vez más personas en el mundo están optando por migrar del papel de baño tradicional al bidet, un objeto sanitario que, por medio de una manguera, te hace una limpieza de la zona perianal tan profunda que ni tu novia en tu cumpleaños te podría hacer. Tal fue el caso de Gabriel, un joven mexicano que, harto de comprar rollos de papel higiénico y temiendo hacerse gay por la cantidad de tiempo que tenía contacto directo con esa zona, tomó una decisión que le iba a cambiar la vida.
Al principio Gabriel estaba escéptico, había escuchado de las maravillas del bidet, pero estaba indeciso porque pensaba que le iba a pasar como con la freidora de aire, que todo mundo se la recomendaba y terminó usando solo una vez cuando se hizo unos Nuggets que le salieron todos arenosos. Fue hasta un día, sentado en el inodoro, que tuvo una reflexión que lo iba a hacer por fin decidirse a comprar su propio set de bidet: si cuando me ensucio la mano, me lavo con agua y jabón, ¿por qué cuando voy al baño me limpio con puro papel?
Aunque al estrenarlo sufrió una fisura porque no le reguló bien la presión del agua, una vez que leyó el instructivo, los cambios positivos no tardaron en presentarse: se sentía infinitamente más limpio, su autoestima mejoró considerablemente, ya ningún perro se quedaba oliéndole la cola, además de que por fin se animó a comprarse calzoncillos blancos. El problema fue que, como todas las personas que hacen un cambio radical en su vida, no tardó en fanatizarse y querer decirles a los demás cómo vivir.
Alguna vez un sabio dijo «que cada quien haga de su culo un papalote», pero Gabriel se pasó esta máxima por su, ahora muy limpio, arco del triunfo. Humillaba a todos aquellos que se limpiaban con puro papel de baño, llamándolos “anos profanos”, además de que aprovechaba la menor provocación para despotricar contra el papel de baño, el cual sigue usando, pero solamente dos cuadritos para secarse.
Era evidente que se sentía con una superioridad moral, pero sobre todo anal, que lo volvió una persona insoportable. Como era de esperarse, Gabriel se quedó sin amigos, pero sigue decidido a cambiar cada vez más vidas con su testimonio. Ahora se hace llamar “Bidet connoisseur” y dice “apréndete a limpiar la cola primero” cada que se queda sin argumentos.