Esta semana se anunció que el establecimiento de venta de tacos ubicado en la Ribera de San Cosme, El Califa de León, fue reconocida con una estrella Michelín y no por las llantas de sus comensales, sino por el sabor de sus platillos.
Las reacciones en redes sociales han ido desde muestras de felicidad por la taquería hasta corajes de los mismos que siempre se quejan de todo, quienes argumentan que les están «gentrificando» sus puestuchos jediondos de tacos de toda la vida y que ahora tendrán que lidiar con mamadores que van a los restaurantes y puestos de comida no a comer, sino a hacer tiktoks para «calificar» la comida.
Como era de esperarse, un día después del anuncio, ya se presentaron largas filas en la taquería para comprar tacos regulares pero al triple del precio. Entre los nuevos comensales están las morritas básicas que no saben distinguir el cilantro del perejil pero que en su biografía de Instagram ponen que son «foodies», los extranjeros que vienen a mamasear a la Roma y uno que otro despistado que pensó que la fila era para sacar cita en el IMSS.
Doña Pelos, una quesadillera vecina de la taquería, fue quien más mostró su descontento con la estrella Michelín.
«Pinches tacos sin chiste, no traen nada, saben igual que cualquier otro taco de cualquier otra taquería de la ciudad», expresó iracunda mientras blandía la masa, «hasta mis quesadillas saben mejor, y eso que no he lavado el comal desde que lo compré en 1967».
