«Ni pega tan fuerte la chaparra»: ¿Tu morrita se puso como ogro? Te traemos las 5 claves definitivas para que esquives los derechazos del amor de tu vida

Hay guerras que se libran en trincheras y otras que se pelean en la cocina de un departamento de 45 metros cuadrados con vista al baldío. Porque sí, estar enamorado es bonito, pero también es andar con el Jesús en la boca cuando ves que tu morrita se levantó con cara de querer partirte los sentimientos (y uno que otro diente), nada más porque te cachó con una de tus seis novias o porque se te olvidó el aniversario de la primera vez que le invitaste una nieve.

Y es que, amigo golpeado, hay días en los que tu morrita ya no te habla bonito, ya no te besa rico y te mira como si le hubieras cancelado el Netflix y ya no puede ver sus doramas. Peor: ya ni te avisa que está enojada. Solo avienta indirectas que te pegan más duro que chancla con coraje. Por eso y porque sabemos que hay mucho hombre que no se defiende, nuestro equipo de maridos y novios expertos en aguantar los derechazos y hurracarranas de sus señoras nos traen las 5 claves para esquivar esos manazos pozoleros sin terminar llorando en posición fetal o buscando refugio con quien sí te comprende: tu jefita. En principio, ya te la sabes: no te dejes, sé hombre.

1. Identifica la razón y fase del enojo. Ubica qué tan cerca estás de morir. No todos los enojos son iguales. Hay niveles. Hay «enojos de hambre», que se arreglan con tacos; «enojos hormonales», que se calman huyendo a otro país, y los peores: los enojos que tú provocaste pero ni sabes cómo. Si tu morra amanece callada, mula y con mirada de «¿me vas a preguntar algo o te entierro el tenedor?», ni se te ocurra decirle «¿andas en tus días?». Mejor vete a cotorrear con tus amigos hasta que se le pase, seguro ella lo entenderá.

2. Hazte el dormido. Un clásico. Si ves que viene furiosa, con las cejas alzadas como toldo de mercado y la chancla floja, aplica la de «me dio el mal del puerco».

Recarga la cabeza en la mesa, suelta un ronquidito falso y reza. Ojo, no confundir esta técnica con cobardía. Se llama instinto de supervivencia. Más vale un hombre que ronca que un mártir que muere por responder mal una indirecta.

3. Domina el arte del ‘Sí, mi amor’. Este es el «hadouken» emocional efectivo. El «Sí, mi amor» tiene poderes pacificadores, aunque no resuelve nada. Úsalo con sabiduría y evita el exceso, a menos que quieras que tus compas te apoden «el mandilón».

4. Si no puedes con el golpe, únete al drama. Hay veces que el mejor escudo es hacerse la víctima. ¿Que te dijo «eres igualito a todos los hombres»? Dile que sí, pero adviértele que la sociedad así te hizo. ¿Que eres un mujeriego? Dile que no es tu culpa que no te cuide. Hazle creer que tú eres la verdadera víctima del sistema.

5. Ofrécele comida, dulces o memes de perritos. Nada le gana a un combo emocional: chocolate + video de perrito rescatado + un «perdón por ser un imbécil, pero soy tu imbécil». Cáele con su conchita y su café del Starbucks. No importa que ya haya dicho el clásico «no quiero nada», en idioma novia eso significa: «quiero todo, pero adivínalo». Recuerda: en el arte de evitar madrazos, todo se vale, menos quedarse tieso como soldado asustado. Bueno, eso también, pero que no se te note.

Dicen que el amor todo lo puede. Y sí, puede dejarte sin dignidad, sin paz mental y sin güevos, si ella decide que «ya estuvo suave». Pero, si sobrevives a una novia encabronada sin perder dientes, billetera ni hombría, ya estás listo para dar el siguiente paso: tener dos novias. Así que ya sabes: ama, pero con protección (de los golpes, de lo otro a raíz como los hombres). Y si te pega, que sea porque la hiciste reír, no porque le dijiste «cálmate, no es para tanto». Porque ahí sí, RIP in DEP, porque ni Dios Padre baja a salvarte.

Acerca de Fede

Fede

Escritura creativa, lingüista y estudioso de escrituras experimentales.