«No será lo mismo sin el viejo»: Abuelo aprovecha posada familiar para confesar que será su última Navidad con ellos porque debe atender a su verdadera familia

La posada familiar de los Ramírez dio un giro inesperado cuando Don Margarito, patriarca de la familia y dueño absoluto del control remoto, sobre todo cuando juega el Necaxa, soltó una noticia que dejó a todos estupefactos: esta será su última Navidad con ellos. Pero no por cuestiones de salud, como muchos pensaron al principio, sino porque «ya es hora de atender a mi otra familia, ustedes siempre fueron la casa chica y ya me cansé de esconderlo», dijo Don Margarito, con una cubeta de ponche en la mano y el gorro de Santa Claus ligeramente ladeado.

Don Margarito interrumpió la interpretación desafinada de Noche de Paz en la tradicional posada familiar de este año para soltar la bomba. «Miren, los quiero mucho… bueno, no tanto como a mi otra familia, pero lo suficiente como para avisarles que este será mi última cena… con ustedes. He decidido pasar el resto de mis años con mi otra familia, porque ellos sí me dejan ver el fútbol en paz y no me hacen tragar esos asquerosos romeritos cada Noche Buena».

Según explicó Don Margarito, su otra familia, de mejor clase social y un pantone más distinguido, lo trata como el rey que siempre ha sido, además de que con ellos no hay dramas por los terrenos ni pleitos por ver quién me regala los calcetines más feos. Además, los nietos no se la pasan pegados al celular. Bueno, sí, pero al menos no lo hacen en su cara.

Por su parte, la familia Ramírez está dividida. Algunos hijos consideran la confesión un golpe bajo para su jefa. «Esto es una traición, literal. Si el viejito se va, no pienso llorar en su funeral, a menos de que nos deje algo chido», dijo Chucho, el hijo menor que todavía vive en casa a sus 35 años. Otros, como el yerno Rogelio, ven una oportunidad: «Pues ya que se va, podemos quedarnos con la recámara grande. Yo digo que ya me toca».

Lo que es seguro es que la próxima Navidad de los Ramírez será muy distinta ahora que el patriarca se ha ido. Sin Don Margarito, ya no habrá quien reciba con falsa alegría los calcetines horrendos que religiosamente le regalaban cada año. «Ni modo, ahora habrá que rifárnoslos entre los primos», comentó Chucho, mientras otros consideraban donarlos a la iglesia junto con los suéteres feos que nunca usó. Entre bromas y reproches, la familia se resigna a llenar el vacío que deja el abuelo… o al menos, a llenar su silla con un cojín con la cara de Chayanne para que la abuela no lo estrañe tanto.

Acerca de Fede

Fede

Profesor en Escritura Creativa. Lingüista y estudioso de escrituras expandidas y poéticas experimentales.