El amor, dicen los señores románticos, todo lo cura. Pero lo que no te cuentan es que también todo lo revisa, lo reclama, lo malviaja y lo convierte en un infierno de celos, chantajes emocionales y notitas pasivo-agresivas pegadas al espejo del baño. Si tu morrita ya no es la de las risas, sino la de las amenazas veladas —tipo «si me dejas, me muero… pero tú primero»—, entonces ha llegado la hora de aplicar la operación fuga, la graciosa huida, la escapada sigilosa.
Para cuando te ocurra esta situación —y claro que te va a ocurrir—, nuestro equipo de expertos en relaciones tóxicas que han vivido para contarla, nos traen las 5 estrategias quirúrgica y científicamente diseñadas para terminar una relación sin acabar demandado ni llorando en posición fetal.
1. «Necesito encontrarme a mí mismo». El clásico de clásicos. El «ya no soy el mismo», pero sin decir que el nuevo tú ya está saliendo con alguien más. Dices que estás confundido, que tienes que reconstruirte, que necesitas tiempo para saber qué quieres, cuando tú ya sabes lo que quieres: mide 1.65, es güerita, trabaja en Recursos Humanos y no te ha gritado nunca en la calle.
Este discurso funciona porque apela a lo profundo, a lo espiritual, a lo místico y hace que ella se confunda entre cortarte o sugerirte un temazcal. Mientras tanto tú ya estás borrando fotos del carrete como quien esconde evidencia de un crimen.
2. «No eres tú, soy yo… pero la neta sí eres tú también». Una joya retórica. Comienza noble, casi como un mártir emocional: te culpas de todo. Pero a medio discurso, deslizas la verdad disfrazada de preocupación:«Tal vez tú necesitas algo más… alguien que no se sienta asfixiado cuando le mandan 73 mensajes seguidos preguntando por qué no puso corazones en el ‘buenos días’».
3. Conviértete en el intenso espiritual que nadie aguanta. Si la ruptura directa no es lo tuyo, cámbiate el chip por uno insoportable. Llega oliendo a palo santo, con un dije de obsidiana y diciendo cosas como:«Estoy canalizando mi energía hacia el cosmos». Dile que los celos son vibras bajas, que la monogamia es un invento colonialista y que tú ahora estás explorando la libertad emocional y sexual… por tu bienestar, claro. Ella no va a saber si mandarte a chingar a tu gurú o reportarte con la PROFECO por fraude emocional.
4. «Vamos a darnos un tiempo…». La pausa, el break, el espacio… ese viejo truco que no es ruptura oficial, pero sí te da licencia para hacer lo que quieras sin que te dé tanta culpa. Claro, ella lo interpretará como una oportunidad para que tú reflexiones y regreses arrodillado. Tú lo ves como tu libertad condicional sin su grillete emocional.
5. Haz que ella te corte. Si de plano no tienes huevos para decir «ya estuvo», entonces hazlo a la antigüita: vuélvete tan insoportable que ella te mande a volar primero. Contesta con monosílabos, olvida aniversarios, llega tarde, hazte el desinteresado, en otras palabras: sé hombre.
¿Y si después te arrepientes? Muy tu bronca. Lo importante es que si ya no puedes ni cagar en paz sin que te pregunten con quién estás, o si te reclaman por respirar muy cerca de la vecina, es momento de terminar. Y si todo sale mal, recuerda: Siempre puedes mudarte, cambiar de nombre y fingir que moriste en un accidente.