«¿Osculamos, morra?»: ¿Te dicen “el labios secos”? Te traemos las 5 mejores técnicas de besos para que practiques con la morrita que te gusta

En este mundo tan cruel y lleno de frialdad, donde ya todo está perdido y ni el aguinaldo dura, los besos se han convertido en un bien de lujo, casi tan escaso como el papel del baño en pandemia. Y si tú, mi querido hombre romántico, has sido bautizado por tus compas como «el labios secos», sin duda que este reportaje es justo lo que necesitas. Sobre todo para que ya no piensen en la oficina que los únicos besos que has dado son los de tu abuelita.

Por eso y por nuestro compromiso con la verdad y con nuestros agremiados hombres de bien, nuestro equipo de expertos en el arte del ósculo y las prácticas eróticas medievales, te trae las 5 mejores técnicas de osculación (sí, esa palabra que suena a sacrilegio, pero que significa «besar»; cosa que sabrías si no hubieras estudiado en un Cecati), para que cuando por fin se te haga con la morrita que te gusta, no la dejes pensando que hubiera sido mejor nadota.

  • El beso con ganas. Ideal para novatos y vatos primerizos con miedo al éxito. Consiste en acercarte lento, como si fueras a pedirle permiso a su mamá, pero terminar pegando los labios con la precisión de un carpintero con Parkinson. No hay movimiento, no hay emoción, solo un choque seco que le retumbe hasta los chones. Muy útil para hacer que la tontita se ría y salgas de la friendzone eterna en la que te tiene.

  • El lengüetazo del náufrago. Ideal para aquellos que creen que besar es como lavar el parabrisas. Este beso implica sacar la lengua como si fueras perro en pleno mediodía, e invadir la cavidad bucal ajena como si fuera tu nuevo Airbnb. La clave está en hacerlo todo mal y demasiado pronto. Si sobrevives a ese primer intento fallido, lo que venga después solo puede mejorar. Además, si lo haces con convicción, hasta puede parecer que sabes lo que haces, salvo que ella sí sea una experta en el arte del besucón, lo que sabrás si se limpia la boca con gel antibacterial.

  • El suavecito. Ideal para los que creen que besar es un juego de poder y de labia. Este consiste en besar mientras susurras cosas ambiguas, tipo: «¿Te gusta con lengua… o te espero a que me enseñes?», o «Apenas empezamos y ya estoy como birote. Morra».

En general, se trata de una mezcla de labios, cachondeo y tentempié verbal. Solo ten cuidado porque si dices algo muy subido de tono, puedes acabar besando el suelo. Literal.

  • El facial. Ideal para gente que quiere besar y tener la oportunidad de dormir «de cucharita». Este beso es lento y pausado, casi existencial. Se trata de acercarte como si fuera la última escena de una novela turca, poner la manita detrás de su cuello y pegar tus labios como si fueran dos tapitas de Yakult. Nada de lengua, solo pura poesía con babas.

Este beso demuestra que eres tierno, que no vienes a morder, sino a sanar, que no quieres sexo, que quieres Netflix, no solo el chill. Solo ten cuidado, porque, si dura demasiado, puede parecer encimoso o que te dormiste a medio beso.

  • El besito de Dios. Ideal para cuando llevas tanto sin besar que tienes los labios oxidados. Este tipo de beso es una mezcla de nervio, hambre, desesperación y ternura. Va con todo, sin reglas, sin estructura: tu lengua va por un lado, tus labios por otro y tus manos ya ni saben dónde están. Así, como si fuera tu último día sobre la Tierra. Y quizás lo sea, si la morrita te dice que ya le pares a tu «desmadre».

Besar es como bailar: debe haber técnica, pero sobre todo debe haber corazón. Y si tus labios están más oxidados que plancha del Metro, pues a practicar se ha dicho. No esperes a San Valentín o a tu siguiente vida: lánzate, oscula, embócalo, y, si todo falla, culpa al clima o a que fuiste a escuela pública.

Acerca de Fede

Fede

Profesor en Escritura Creativa. Lingüista y estudioso de escrituras expandidas y poéticas experimentales.