El presidente de los Estamos Undidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, en un acto de sinceridad ante su pueblo, aceptó que la corrupción aún existe y que no se fue huyendo despavorida, como nos dijo desde que le pusieron la banda presidencial, hace poco más de cinco años.
En su aclamado morning show, el Licenciado le abrió su corazón a crédulos e incrédulos y, ahora sin sacar su pañuelito blanco, pero con la seguridad del príncipe azteca que es, dijo lo que todos ya sabíamos.
Claro que lo más probable es que todo se haya debido a un lapsus y no a un interés sincero por decir verdades donde nunca las ha dicho. Es decir, casi se le sale una verdad, pero la agarró de aire y la supo mandar al travesaño, manquesea.
En una de sus profundas y extensas disertaciones, al Licenciado se le salió decir que «el principal problema de México es la corrupción», pero, luego de unos segundos (muy largos) de cavilarlo y con el rostro de «chin, la cagué», corrigió con un «ERA la corrupción».
Ya para rematar, con la astucia de quien se las sabe todas y le halla al verbo seductor de pendejos, sentenció: «Ahora, aunque sigue habiendo [corrupción], ya no impera, ya no domina, como antes». Luego habló de los gobiernos de antes, de los jóvenes, de los oligarcas, de los ambiciosos y a los medios de manipulación. Las viejas confiables cuando se mete en apuros.
Bien por el Licenciado que se sigue haciendo bolas cuando se le van las cabras al monte, pero la salva con los recursos retóricos que siempre lo han caracterizado.
