Por: becario EAD
Un juez federal en Nueva York ha ordenado la desclasificación de documentos que contienen nombres de presuntos asistentes a la isla del millonario acusado de tráfico sexual, Jeffrey Epstein, donde desde hace tiempo se sabe que auspiciaba fiestas que a Gloria Trevi le hubiera encantado amenizar y por las que, hasta el día de hoy, Aleks Syntek siente FOMO, como dicen los chavos, por no haber sido invitado.
Quien sorprendió al salir salpicado en este escándalo, fue el astrofísico Stephen Hawking, a quien seguramente conozcas por sus grandes aportaciones a la ciencia moderna y por participar como vocalista en algunas canciones del dúo francés Daft Punk. Entre los documentos oficiales se sugiere que, a pesar de sus limitaciones físicas, el científico británico habría participado en una orgía con menores de edad.
Dejando de lado que el caso Epstein se trata del escandalo de pedofilia y trata de personas más grande de los últimos años, mucha gente se cuestionó si Hawking era físicamente capaz de ser un depredador sexual, alegando que alguien a quien tenían que alimentar «de avioncito» difícilmente hubiera podido participar activamente en una de estas orgías. Mientras tanto, otros bromean al imaginar a Hawking pronunciar un «Qué rico» con voz robótica desde su ordenador y subiéndole la velocidad al modo mecedora de su silla de ruedas.
Por si fuera poco y como si se tratara de una broma, en los documentos divulgados apareció el testimonio de una de las víctimas entrevistadas que aseguraba que el astrofísico también gozaba de un extraño fetiche: ver a enanos desnudos resolver ecuaciones complejas en una pizarra demasiado alta.
Nadie duda que estudiar por tantos años los agujeros negros pueda llegar a pervertir a una persona, y también es cierto que Stephen Hawking hablaba mucho sobre «enanas blancas», aunque nunca especificó de cuáles, pero para muchos su implicación en este caso ha perdido toda seriedad y pareciera que solo se aprovechan de su condición de occiso para desviar la atención de los verdaderos responsables, quienes siguen libres y seguramente alimentándose de adrenocromo en el sótano de alguna pizzería.
A fin de cuentas, ni cuando estaba vivo hubiera podido meter las manos para defenderse.